El castillo de Neuschwanstein

El último castillo que mandó construir Luis II de Baviera se alza flotando sobre un desfiladero. Hoy forma parte de la ruta fascinante que recorre los grandes sueños arquitectónicos de aquel rey enamorado del arte

1 /9

Foto: Age Fotostock

1 / 9

El castillo en 2017

El llamado "rey loco" tenía fama de excéntrico, pero los palacios que imaginó como refugios en los bosques, montañas y lagos de su amada Baviera forman hoy una de las rutas más atractivas de Alemania. Neuschwanstein se halla a 4 kilómetros de Füssen. Se aconseja acudir primero al mirador situado enfrente y apreciar su presencia casi irreal que remite a los cuentos de hadas (inspiró el castillo de la Bella Durmiente).

Foto: Age fotostock

2 / 9

El castillo en 1869

Luis II dibujaba de niño un roquedo cercano al palacio de su padre. Con 24 años, siendo ya rey, sobre él mandó elevar Neuschwanstein, su castillo más fantasioso y el que menos pudo disfrutar. Las obras iniciadas en 1869 duraron dos décadas, en las que a veces se trabajaba de noche con candiles. El interior se lo encargó a un escenógrafo teatral para que representara las óperas de Wagner, su protegido.

Foto: © Bayerische Schlösserverwaltung. www.schloesser.bayern.de

3 / 9

El castillo en 1886

En 1886 el rey dormía en sus aposentos cuando fue arrestado por su supuesta incapacidad mental. Al poco tiempo moría ahogado en un lago –pese a ser un gran nadador– sin ver completado su sueño. Más tarde, los nazis ocultaron en el castillo las obras de arte y el oro requisados a los judíos. Había orden de destruirlo en caso de derrota, pero Neuschwanstein sobrevivió. 

Foto: © Bayerische Schlösserverwaltung. www.schloesser.bayern.de

4 / 9

Thronsaal o Sala del trono

La sala donde debía ubicarse el trono de Luis II estaba situada entre el tercer y el cuarto piso y media 13 metros de altura. Los flancos están decorados con suntuosas arcadas doradas y termina en un ábside con un lugar reservado para el trono. La lámpara crea el efecto de una enorme corona justo encima de donde debía sentarse el rey.

Foto: © Bayerische Schlösserverwaltung. www.schloesser.bayern.de

5 / 9

Una ubicación excepcional

En un lugar privilegiado de la profunda región bávara, el castillo de Neuschwanstein se yergue en el desfiladero de Pöllat. Las altas cumbres de los Alpes nevados y los numerosos lagos que se hallan en la zona otorgan a este castillo un aura mística. 

Foto: © Bayerische Schlösserverwaltung. www.schloesser.bayern.de

6 / 9

La entrada principal de Neuschwnastein

La imponente fachada principal del palacio recibe al visitante con toda la solemnidad en el patio superior. El edificio de la derecha es la "casa de los caballeros", mientras que en la parte izquierda de la imagen, tras el árbol, se puede ver "el cuarto de las damas". 

Foto: © Bayerische Schlösserverwaltung. www.schloesser.bayern.de

7 / 9

Vestidor

En el tercer piso y junto a las demás estancias de la residencia real, estaba ubicado el vestidor, decorado con el mismo estilo solemne que el resto de cuartos del Castillo. En su interior se tiene la impresión de caminar por un escenario, entre cortinajes, revestimientos de roble y frescos que aluden a mitos wagnerianos. Tras su aspecto medieval y romántico sorprende la innovadora equipación que tenía: agua corriente, calefacción, montacargas, timbres para el servicio.... Hoy es el monumento más fotografiado del país. 

Foto: © Bayerische Schlösserverwaltung. www.schloesser.bayern.de

8 / 9

Una huella imborrable

A pesar de que ya hacía varios meses que Luis II vivía en el castillo, cuando murió el rey todavía no había terminado la construcción de su residencia. Y de hecho nunca se terminó completamente. La partes que faltaban se acabaron de forma rápida y sin cumplir las exigencias del monarca. Aún así, el castillo ya tenía la esencia de lo que hasta hoy lo ha convertido en un símbolo de Baviera: la huella de Luis II. 

Foto: © Bayerische Schlösserverwaltung. www.schloesser.bayern.de

9 / 9

El palacio de Baviera

Para la construcción de este palacio, el rey exigió exclusivamente trabajadores y materiales bávaros, sin apenas importaciones. Así se desarrolló una poderosa industria artesanal haciendo, hoy por hoy, que Baviera siga siendo uno de los enclaves industriales más importantes de Alemania.

Cuando los muros del futuro castillo de Neuschwanstein empezaron a levantarse, Luis II de Baviera, con 18 años, ya había accedido al trono sucediendo a su padre Maximiliano II. El joven rey vivió sus primeros años de reinado ocupado con la alianza con Austria y la guerra contra Prusia. La derrota en esta contienda de 1867 supuso la sumisión de Baviera a los intereses prusianos en materia de política exterior y una decepción para el monarca y su concepción idealista del mundo.

Desilusionado con las circunstancias de su reinado, se fue retirando de la vida pública y cada vez pasaba más tiempo aislado. Las peculiaridades de su conducta y su singular personalidad hicieron levantar las sospechas sobre la salud mental del monarca, por lo que pasó los últimos días de su vida bajo supervisión médica. Murió ahogado supuestamente de forma accidental, pero rodeado de polémica porqué Luis II era un gran nadador.

Desde muy joven, el rey había mostrado su fascinación por las grandes fortalezas. El pequeño Luis II había frecuentado el valle en el que más tarde mandaría construir Neuschwanstein, donde entonces había las ruinas de dos castillos de la época medieval. Además de esta impresionante fortaleza, reconstruyó dos castillos más, el de Linderhof y el Palacio de Herrenchiemsee.

Sentía una gran admiración por Wagner y su obra, y ejerció las funciones de mecenas con el compositor alemán, por ello pidió al diseñador de los interiores del Castillo que se inspirase en algunas de las obras de Wagner.

A pesar de su trágico y prematuro final, el legado de Luis II de Baviera mantiene un gran protagonismo en la actualidad. Los castillos que construyó son un gran atractivo turístico que completan la visita a un entorno de una majestuosa belleza natural. Hoy en día, el castillo de Neuschwanstein es uno de los monumentos alemanes más visitados del país.