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Hay siete joyas de valor incalculable desaparecidas por el mundo: esto es lo que sabemos de ellas

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Tres besos y el intercambio de huevos de pascua. Así se celebra la fiesta más importante del calendario de la iglesia ortodoxa rusa. Sin embargo, entre zares, nobleza y burguesía del siglo XIX y XX, había otro tipo de huevos: los de Fabergé. Considerados como obras maestras de la joyería, 7 se han perdido.

Ocurrió hace un tiempo. Un hombre, un comerciante de chatarra de Estados Unidos, compró un antiguo huevo de oro en un mercado. El tipo pagó 14.000 dólares por ello, o eso dice. El huevo no era normal, era una joya distinta a todo lo que había visto, un huevo de oro amarillo que se asentaba sobre su propio pedestal dorado de piedras preciosas con patas de león.

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Decía el hombre que si presionabas sobre un diamante que había en la parte delantera del huevo, la parte superior se abría revelando una sorpresa: un reloj de damas con las manos de oro. Dicho reloj se había retirado de su caja y montado sobre una bisagra para que pudiera girar en posición vertical, lo que permitía que el huevo pudiera ser utilizado como un reloj de mesa. Por cierto, el huevo en sí era aproximadamente del mismo tamaño que el huevo de una gallina.

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Lo curioso es que aquel chatarrero había comprado el huevo para destruirlo. Quería revenderlo a un comprador que lo derretiría por chatarra de oro. Pero, por suerte para él, debió haber adivinado de forma errónea cuánto oro había en el huevo, porque ni siquiera uno de los potenciales compradores que se acercó pensó que aquella figura valía su precio de venta.

¿Qué ocurrió? Que el tipo dejó a un lado el huevo porque no quería venderlo y tener pérdidas. Lo guardó con la esperanza de que el precio del oro se elevaría lo suficiente como para obtener un beneficio.

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En el año 2013, desesperado por recuperar el dinero invertido, el chatarrero enciende su ordenador, se conecta a Internet y teclea en Google “huevo + Vacheron Constantin” (el nombre inscrito en la parte de atrás del reloj). Dos segundos después, aquel pobre chatarrero sintió un escalofrío en todo el cuerpo. Un artículo de un tabloide inglés titulaba: ¿Dónde está esta pieza maestra de 20 millones de libras? La foto que acompañaba al artículo no dejaba lugar a dudas.

La pieza maestra era su huevo.

El primer huevo imperial

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En 1885, el emperador (o zar) de Rusia, Alejandro III, ordenó a su joyero un huevo de Pascua decorativo para su esposa, la czarina Marie Feodorovna. No era nada raro, Alejandro le había dado a su esposa los huevos de Pascua con piedras preciosas en el pasado, ya que era la fiesta más importante, y los huevos se daban tradicionalmente como regalos. Pero el huevo de ese año sería diferente, porque Alejandro hizo su pedido a un nuevo joyero: Carl Fabergé, de 38 años.

Fabergé se diferenciaba de otros profesionales que servían a la corte imperial en que estaba más interesado en el diseño inteligente y la artesanía exquisita que en simplemente adornar sus creaciones con oro y gemas preciosas (aunque sus huevos no estaría exentos de ello) sin mostrar mucha imaginación.

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Ese primer huevo imperial fue muy simple, aunque sólo en la superficie: hoy es conocido como el Huevo de Gallina de 1885, hecho de oro y con un esmalte exterior blanco para darle al huevo la apariencia de ordinario. Cuando las dos mitades del huevo se separaban, revelaban una yema de oro que a su vez se abría para revelar una “sorpresa”: una gallina de oro sentada en un nido de paja, también de oro.

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La gallina incluía sus plumas de la cola y se abría para revelar una pequeña réplica de oro de la corona Imperial; colgando de la corona había un diminuto colgante de rubí que Marie Feodorovna podía usar alrededor de su cuello en una cadena de oro que venía con el huevo.

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Marie, como probablemente cualquiera de nosotros, amó al huevo el resto de su vida. A partir de entonces el zar compró todos sus huevos de Pascua a Fabergé. Alejandro le dio al joyero gran libertad en el diseño de los huevos y estableció sólo tres requisitos: 1) Que los huevos tenían que ser en forma de huevo; 2) Que tenían que contener una sorpresa; y 3) Que los diseños de Fabergé no podían repetirse.

Aparte de esos tres requisitos, Fabergé era libre de hacer lo que quisiera. El joyero no revelaba nada a Alejandro hasta que lo entregaba unos días antes de Pascua para que el zar pudiera disfrutar también del suspense.

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No se sabe mucho sobre el segundo huevo, la gallina con pendiente de zafiro, que Fabergé fabricó en 1886. La joya desapareció en 1922. Para su tercer huevo, en 1887, Fabergé hizo un huevo de oro no mucho más grande que un huevo de gallina. Se sentó en un pedestal de oro con tres pies de patas de león. El huevo desapareció con el tiempo… hasta que llegó a parar a manos del chatarrero de Estados Unidos.

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El tercer huevo Imperial

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El artículo que descubrió el hombre en el año 2013 venía a decir que tenía en su poder el Tercer Huevo Imperial, uno de los ocho huevos de Pascua de Fabergé que había desaparecido para la familia imperial rusa entre 1885 y la Revolución Rusa de 1917.

De los 69 huevos que hizo en total la Casa Fabergé para los zares, la aristocracia y la élite industrial y financiera, se conservan 61. Se conocen cincuenta y dos huevos imperiales, cuarenta y cuatro de los cuales se han localizado hoy, entre ellos los dos últimos de 1917 que nunca fueron entregados ni terminados a causa de la Revolución. Los restantes 8 huevos imperiales se consideraban perdidos o desaparecidos.

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La mayor parte de los huevos imperiales de Fabergé fueron incautados durante la guerra, incluyendo el tercero que encontró el chatarrero. El huevo desapareció en la década de 1920 y no se había visto -o por lo menos reconocido- desde entonces.

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De hecho, nadie sabía lo que parecía hasta el 2007, cuando unos investigadores examinaron fotografías tomadas durante una exposición de los huevos rusos imperiales en 1902, y vieron el huevo en un estante junto a otros de Fabergé. A través del proceso de eliminación, pudieron identificarlo como el Tercer Huevo Imperial.

Más tarde, en 2011, otra foto del huevo fue descubierta en un catálogo de subastas de 1964, demostrando que, efectivamente, había sobrevivido a la Revolución Rusa y se dirigió a Nueva York, donde fue vendido a una mujer por 2.500 dólares. Curioso otra vez, ya que ni la casa de subastas ni la mujer sabían que el objeto era realmente uno de los huevos imperiales.

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El huevo no volvió a ser visto hasta que el chatarrero lo compró en el mercado. Después de darse cuenta de que el huevo que tenía en la cocina desde hacía unos años valía tanto, el tipo voló a Londres con fotografías y las mostró a un experto, un anticuario londinense especializado en objetos de Fabergé .

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El equipo del anticuario voló a Estados Unidos para verificar que el huevo era genuino. En 2014, la casa del anticuario negoció la venta del huevo a un comprador no revelado. Jamás se supo el precio final ni el nuevo comprador, pero es fácil pensar que el chatarrero, quién jamás ha querido revelar su nombre, obtuvo más de 30 millones de dólares.

La mala noticia es que este huevo ya ha sido encontrado y tiene un dueño (además, suponemos que tremendamente rico). ¿La buena? Que hay hasta siete huevos imperiales en paradero desconocido, esperando a ser descubiertos.

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Si cada uno vale millones de dólares, no está de más saber si lo que tenemos delante en un mercado cerca de nuestra casa nos puede cambiar la vida para siempre.

Los 7 huevos imperiales que se perdieron

Huevo de gallina con pendiente de zafiro

El primero data de 1886 y es el segundo Huevo Imperial (gallina con pendiente de zafiro). No hay dibujos o fotografías de la pieza, por lo que es difícil saber con certeza cómo se ve. Existen descripciones en archivos rusos que hablan de una “gallina que escoge un huevo de zafiro de una cesta”.

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Además, se sabe que es uno de los pequeños huevos de Fabergé. Y eso puede explicar por qué aún no se ha reconocido cómo es, o si ha sobrevivido. Puesto que se sabe tan poco sobre el huevo, incluso si se encuentra, puede ser difícil de verificar. La última vez que se vio fue en 1922, cuando fue transferido al Sovnarkom, la agencia del gobierno que vendió propiedades confiscadas para levantar divisas extranjeras para el estado soviético.

Huevo con querubín y carruaje

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Huevo de Alejandro III a Marie Feodorovna en 1888. Actualmente sobrevive una fotografía granulada de 1902 del huevo en una vitrina. La imagen del huevo está prácticamente oscurecida por el huevo de 1893, ya que éste se está sentando delante de él en la foto.

Sin embargo, un reflejo borroso del huevo se puede ver en el vidrio de la vitrina. Los investigadores han utilizado la información disponible para dibujar un bosquejo de lo que piensan que es el huevo: una especie de ángel de cupido que tira de un huevo grande en un carro de dos ruedas que se asemeja a una carretilla.

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La última vez que se vio fue en 1922. Se piensa que lo pudo comprar Armand Hammer en la década de 1930, aunque de ser así, no sabía que se trataba de uno de los Huevos Imperiales de Pascua. En cualquier caso, dónde esta ese huevo ahora es todo un misterio.

Huevo del neceser

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Huevo de Alejandro III a Marie Feodorovna en 1889. Se trata de otro de los pequeños huevos de Fabergé, un artículo de tocador con diamantes incrustados de 13 pulgadas. Existe una foto del huevo (fue tomada en 1949), pero proporciona muy poca información. El huevo parece estar tendido sobre un lado en la estantería inferior de una vitrina y está casi totalmente oculto detrás de los pliegues de una tela.

En 1952 una casa de subastas lo vendió por 1.200 libras a un anónimo. Como en los otros casos, nadie se dio cuenta de que era uno de los huevos rusos imperiales, por lo que es posible que el dueño actual, quienquiera y dondequiera que esté, tampoco tenga idea del tesoro que tiene.

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Huevo malva (con miniaturas)

Huevo del hijo del zar, Nicolás II, a Marie Feodorovna en 1897. Otro huevo sin imágenes, aunque con algunas descripciones que ayudan a imaginarlo. Se describe como un “huevo de esmalte de color púrpura” con tres miniaturas. Las miniaturas son la sorpresa dentro del huevo. Están en un marco en forma de corazón que se abre en un trébol de tres hojas, con retratos de Nicolas, Alejandra, y su hija recién nacida, Olga, en las hojas.

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El huevo está desaparecido desde 1917, aunque también se cree que hay una buena probabilidad de que haya sobrevivido en el tiempo, ya que en 1978 se compró un pequeño marco en forma de corazón que se abre en un trébol de tres hojas con los retratos descritos. Cómo se llegó a separar del huevo, y donde está, se desconoce.

Huevo imperial de nefrita

Huevo del hijo del zar, Nicolás II, a Marie Feodorovna en 1902. El huevo es descrito como un “huevo en el estilo del Imperio”, de nefrita con oro, dos diamantes y una miniatura, un retrato del Zar como sorpresa del huevo.

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La última vez que se vio fue en 1917, cuando el huevo fue enviado de San Petersburgo a Moscú debido a la amenaza de avance de las tropas alemanas. Después de eso desapareció.

Huevo del jubileo danés

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Huevo del hijo del zar, Nicolás II, a Marie Feodorovna en 1903. Sólo ha sobrevivido una fotografía en los archivos de Fabergé. El huevo azul y blanco sentado en su pedestal es uno de los huevos más grandes de Fabergé. La sorpresa es un cuadro de doble cara, con un retrato del padre de Marie Feodorovna, el rey Christian IX de Dinamarca, por un lado, y su madre, la reina Louise, por el otro.

La última vez que fue visto fue en 1903 en Copenhague, donde Marie Feodorovna había ido a celebrar la Pascua y el 40 aniversario de su padre como rey. Nicolás II le envió el huevo por correo. Es posible que Marie lo haya dejado en Dinamarca. A partir de ahí, misterio.

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Huevo conmemorativo de Alejandro III

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Huevo del hijo del zar, Nicolás II, a Marie Feodorovna en 1909. Existe una fotografía en blanco y negro del huevo. Se describe como un huevo de esmalte blanco con rayas de oro, decorado con 3.500 diamantes tallados en rosa. En el interior hay un busto de oro de Alejandro III decorado con diamantes tallados en rosa también.

La última vez que fue visto fue en 1917. A diferencia de la gran mayoría, no hay datos que indiquen que fue transportado a Moscú para su custodia durante la Revolución Rusa. Nadie sabe si fue robado y dónde podría estar.