Ha venido para quedarse, ya sea para bien o para mal. Economía colaborativa, consumo colaborativo o economía del compartir, da igual qué nombre se le ponga porque la teoría es la misma para todos: una interacción entre dos o más sujetos, a través de medios digitalizados o no, que satisface una necesidad real o potencial, a una o más personas. El problema de este sector ha venido con la estandarización de compañías que, a raíz del consumo colaborativo, han profesionalizado el negocio de aquello de compartir. O lo que es lo mismo: llevarse una comisión por ejercer de intermediarios de todos los servicios entre dos personas.

En toda historia, algo que empezó con aquello de compartir bicis por las ciudades en un intento de mejorar las condiciones del medio ambiente o para compartir trayectos en coche, ya sea de larga distancia con el modelo BlaBlaCar o en las propias ciudades con la experiencia de UberPool, ambos han hecho de su actividad un negocio con todas las letras. Momento en el cual algunas voces les apartaron del bloque fuerte del mundo colaborativo: los primeros empezaron a cobrar comisión hace unos meses y los segundos que, lejos de ganar dinero con el tema, están invirtiendo una media de un millón de euros por semana para hacer viable la idea de compartir trayectos en San Francisco. Servicio que, por cierto, está absolutamente prohibido en España por cuestiones legales.

Sea como fuere, el caso es que la economía colaborativa se han convertido, a largo plazo, en algo mucho más interesante. Según PWC, la previsión de negocio para 2025 de este tipo de corriente financiera está en los 335.000 millones de dólares a nivel global. A día de hoy genera unos 15.000 millones. El margen de crecimiento, por tanto, es increíble en negocios de las finanzas, viajes, economía personal y streaming. El mercado generado por Uber y Airbnb hasta la fecha podría ser sólo la punta de un iceberg de proporciones descomunales. Especialmente para China, el país que ha tomado la ventaja en todo esto de compartir aportando algunas de las ideas más extrañas y peculiares al listado de empresa. El Gobierno de China ha establecido que durante 2017, los beneficios de este sector para el país deben aumentar una media de un 40% como poco. Lo que suponen 4.830 millones de yuanes.

China, a un mundo de distancia

Asia es peculiar por naturaleza y China se lleva la palma. Para generar esa cantidad de millones de yuanes en negocios relacionados con la economía colaborativa ha tenido que generar una serie de propuestas de lo más curiosas.

Algunas de las que han trascendido, más en idea que en negocio real, han sido las que proponen prescindir de todo aquello que implique propiedad a largo plazo. No hablamos de pisos al uso, esa cuestión ya está más que superada, es algo mucho más mundano. ¿Qué pasaría su pudiésemos compartir cosas tan nimias como un simple paraguas, un cargador público o una pelota de baloncesto? Al sur de China, una compañía ha propuesto la primera idea de negocio, así como la segunda. ¿Te apetece jugar pero no tienes balón y no quieres comprarlo? La idea, más allá de los márgenes del concepto, es extrapolar esto a cualquier necesidad existente y a ser posible expandirla a cualquier lugar del mundo. Londres y Singapur serán las nuevas mecas de lo colaborativo a niveles inimaginables.

El problema es que todo pro tiene su contra. Exactamente lo mismo que ha venido ocurriendo con el mundo de las startups o empresas tecnológicas, está empezando a teñir de oscuro a lo colaborativo. El boom viene de la mano de la popular burbuja. Si las primeras han necesitado años para lograr estabilidad y sensatez, los segundos no van a ser menos.

Los analistas estiman que el volumen de empresas creadas al amparo de este sector será inmenso en los próximos años, así como las que se quedarán por el camino: la mayoría básicamente. Y tiene todo el sentido: el volumen de ingresos de estas compañías es mucho menor que el de otro tipo de empresas, por lo que la rentabilidad se hace mucho más compleja. La ansiada rentabilidad, y ser sostenibles, serán sueños que muy pocos puedan llegar a rozar. Lo cual viene de la mano de una cantidad de dinero invertido por angels y fondos que se irán por el desagüe fundamentados en necesidades creadas. ¿Dónde estará el límite de la demanda real y la demanda artificial? Los basados en la segunda perderán clientes una vez se termine la fama.

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