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Encuentran lo que parecía imposible: un cerebro de dinosaurio de hace 133 millones de años

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Jamie Hiscock es un tipo con suerte. Él y su hermano suelen recorrer la costa de Sussex en busca de ejemplares para su colección. Los Hiscock ya tienen en su haber la primera tela de araña fosilizada del mundo. Ahora han encontrado algo que se creía imposible: un cerebro de dinosaurio.

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Los fósiles de tejido blando son un hallazgo realmente raro por razones evidentes. La piel o los órganos son lo primero que se descompone en un cadáver. Normalmente ninguna de esas partes aguanta el tiempo suficiente como para endurecerse y absorber los minerales necesarios para convertirse en fósiles. Lo único que nos queda de los seres vivos de esa época son sus huesos.

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A veces aparecen restos de piel o plumas, pero la idea de encontrar algo tan específico como un cerebro era algo impensable. Cuando Hiscock encontró una extraña piedra porosa marrón su instinto le dijo que se trataba de algo especial, pero no se imaginaba hasta qué punto. Un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge acaba de confirmar que se trata del primer fósil del cerebro de dinosaurio de la historia. Concretamente se trata de un cerebro de iguanodón de hace 133 millones de años.

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¿Cómo es posible que un tejido tan delicado como el de un cerebro haya llegado hasta nuestros días? La respuesta es: igual que los pepinillos. Los análisis del fósil indican que se conservó gracias a la inmersión en un medio muy ácido y sin oxígeno que mantuvo a raya a las bacterias responsables de la descomposición. Probablemente el iguanodón murió cerca de alguna charca o pantano y su cabeza acabó reposando en una masa de agua con elevada acidez y poco oxígeno. El entorno preservó el cerebro el tiempo suficiente como para que absorbiera fosfatos y se endureciera muy rápidamente.

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El descubrimiento es histórico porque permitirá resolver cientos de dudas sobre cómo funcionaba el sistema nervioso y el cerebro de los dinosaurios. La pieza está tan bien conservada que incluso se pueden apreciar la red de finos capilares que rodeaban al cerebro. En lo que respecta a la biología de estos animales, la pieza es el equivalente a una pequeña piedra Rosetta. [Universidad de Cambridge vía Quartz]