Antonio Sitges-Serra es catedrático de Cirugía y ejerció como jefe de Cirugía del Hospital del Mar, en Barcelona, hasta diciembre de 2019. Ha presidido la Sociedad Europea de Nutrición Clínica y Metabolismo y la Sociedad Europea de Cirugía Endocrina.

Toda experiencia le ha brindado la oportunidad de conocer muy bien cómo funciona el sistema sanitario desde dentro. Después de 40 años en la sanidad pública, se ha decidido a contar algunas de esas interioridades y ha publicado Si puede, no vaya al médico (Debate/Libros del Zorzal), un libro de título provocador en el que explica la cara B de la medicina y la industria sanitaria.

Corrupción, investigaciones tendenciosas o falsas, excesiva tecnificación, lo que él llama "tecnolatría", iatrogenia, hipocondria social y medicalización interesada son algunas de las críticas que el doctor Sitges-Serra lanza contra el sistema actual, unas críticas por otro lado necesarias si queremos cambiar el rumbo poco ético que nos marca el paradigma sanitario-político actual.

Una crítica al sistema sanitario desde dentro

En tiempos en que la corrupción parece extenderse como una mancha de aceite, se agradece leer libros críticos y honestos como el de este cirujano que conoce lo suficientemente bien la sanidad y la medicina como para poder señalarle sus defectos. Si puede, no vaya al médico ha tenido una gran acogida y el doctor Sitges-Serra asegura que, a pesar de exponer la cara menos amable de la medicina y la industria farmacéutica, nadie ha cuestionado su veracidad.

A su vez, el doctor invita a no estar tan pendientes de nuestro cuerpo y a vivir la vida con más alegría.

¿Qué cree que ha fallado en la pandemia de la COVID-19?
—Nos ha mostrado que no podemos dar nada por garantizado y que hemos de contribuir, en lo posible, a evitar los riesgos que comportan el moverse demasiado, la globalización, las adicciones y el olvido de las más elementales reglas de higiene y nutrición.

Usted es muy crítico con el paradigma de la actual medicina. ¿Se están fomentando, cuando no inventando, enfermedades?
—La promoción e invención de "enfermedades" es un problema sistémico que involucra no solo a la industria farmacéutica y de dispositivos sanitarios sino también a la medicina académica que se ha dejado sobornar de forma más o menos elegante, a la hipocondría social siempre ansiosa de recibir nuevos tratamientos, a las sociedades científicas que escriben guías terapéuticas de influencia global con financiación interesada y a los medios de comunicación, siempre deseosos de publicar noticias que, supuestamente, impliquen una mejoría de nuestra salud y de participar en el gran pastel de la publicidad de la medicina privada.

Denos algunos ejemplos.
—La medicina numérica rebaja los límites de ciertos parámetros para generar de forma ficticia millones de enfermos, como en el caso de la hipertensión, la hipercolesterolemia o la osteoporosis. En el ámbito de la psiquiatría, se definen nuevos síndromes (estrés posvacacional, piernas inquietas, disforia premenstrual) susceptibles de tratamientos farmacológicos.

En otros casos se altera la definición de la enfermedad para reducir su estigma y ampliar el mercado, por ejemplo sustituyendo la "impotencia" por "disfunción eréctil".

Por último, se promocionan tratamientos para estados fisiológicos como la tristeza, la menopausia o el envejecimiento. La cirugía no queda al margen y se ha generalizado, por ejemplo, para luchar contra la obesidad mórbida, una no-enfermedad que se ha medicalizado para paliar sus efectos devastadores.

—Lo que descubrimos en su libro es que la corrupción afecta a todos los ámbitos de la salud.
—Trato de clarificar un problema sistémico, cultural, más que apuntar a un culpable en concreto. El sistema sanitario se encuentra en plena crisis –por cierto, muy anterior al coronavirus–, porque la salud y la medicina participan de lleno en la filosofía neoliberal y el mercantilismo que baña todas las relaciones humanas e institucionales en este comienzo del siglo XXI.

Se ha mercantilizado la salud, la enfermedad y, lo que es peor, la relación entre médico y enfermo, lo que ha creado una profunda crisis de confianza en la medicina convencional.

"Se han mercantilizado la salud y la relación entre médico y enfermo."

—¿Cómo actúa el lobby médico-farmacéutico?
—La sanidad y la salud representan en la actualidad el tercer sector de inversión más codiciado tras las finanzas y las compañías aseguradoras. Se trata de una tríada que refleja los valores y deseos predominantes en nuestra era. Pero la mayor parte de la inversión en biomedicina repercutirá sobre los países más ricos, que son los que mayor esperanza de vida tienen; una contradicción palmaria. Como componentes del último eslabón del sistema, los médicos sufren una presión creciente para innovar e introducir nuevas terapias y tecnologías.

La cara B de esa presión es fácil de imaginar: los conflictos de interés, los pagos directos de las grandes corporaciones a médicos y a las sociedades científicas, que se multiplican en número y cuantía, y más oportunidades para la investigación sesgada y la publicación de calidad dudosa. La innovación por la innovación ha supuesto un riesgo para la vida de muchos pacientes sometidos a tratamientos no suficientemente consolidados.

Usted, como cirujano, ¿qué operaciones no se haría nunca?
—Trataría de evitar las intervenciones que dejan secuelas permanentes. No me operaría de obesidad. Me lo pensaría mucho antes de operarme de cualquier proceso que curse de forma asintomática. No me operaría de los cánceres que no tienen cura o de cirugías de resultados inciertos más allá de los 80-85 años. No ingresaría, salvo muy contadas excepciones, en una UCI a partir de esta edad.

Los médicos se deben ocupar de la enfermedad y cada uno de nosotros, de nuestra salud. Por tanto, solo iría al médico cuando sospechase que padezco de algo que parece no aliviarse con los remedios habituales o que tiene tendencia a empeorar con el tiempo.

"Los médicos se deben ocupar de la enfermedad y cada uno de nosotros, de nuestra salud."

Su libro tiene un título muy provocador. ¿Le ha generado algún problema publicarlo?
—Ha recibido mucha atención por parte de los medios más independientes, pero supongo que habrá sido criticado, sobre todo por aquellos que hayan podido sentirse señalados. Espero que les sea útil para reflexionar sobre lo que estamos haciendo día a día, algo que raramente es objeto de escrutinio.

10 propuestas para una sanidad mejor

Si le dieran la cartera de ministro de Sanidad, Antonio Sitges-Serra no haría solo cambios sanitarios sino también educativos.

  • Despolitizar la gestión de la sanidad pública y hacerla más profesional.
  • Dar transparencia y reglas claras a la participación de los profesionales sanitarios en la gestión.
  • Poner énfasis e invertir en la medicina de familia.
  • Detener los cribados poblacionales para la detección precoz.
  • Regionalizar y racionalizar la cirugía mayor y la tecnología de coste elevado.
  • Aplicar los conocimientos disponibles antes que aventurarse en innovaciones que perjudican al paciente.
  • Crear un organismo de ámbito estatal con carácter ejecutivo para evaluar las innovaciones tecnológicas y farmacológicas.
  • Delimitar incompatibilidades y evitar puertas giratorias entre la medicina pública y la medicina privada.
  • Estudiar la prevalencia de la iatrogenia en España, sus efectos y sus costes.
  • Trasladar a la universidad la responsabilidad de la formación MIR y concertar hospitales de forma mucho más selectiva.